Espías y Traidores (2). Espionaje versus diplomacia en los tiempos de Jorge Juan

BLOG - 20-02-2019

Espías y Traidores (2). Espionaje versus diplomacia en los tiempos de Jorge Juan

José María Sánchez Carrión

Dr. Ingeniero Naval

Socio de Honor de la Asociación de Ingenieros Navales

Académico de número de la Real Academia de la Mar

Presidente de la Fundación ingeniero Jorge Juan

 

20 Febrero 2019 - Post nº 19

 

1. Antecedentes

La llegada al trono de Fernando VI en 1746, a pesar de mantener a Carvajal Primer secretario de Estado y a Ensenada de Hacienda, Marina y Guerra,  produce un cambio significativo en la política exterior: del revisionismo y aventuras militares de su padre, basadas en las ansias bélicas de su madrasta, pasa a ordenar una política de neutralidad activa[1] que permita proteger las relaciones con Ultramar, solventar los efectos de Utrecht y abandonar poco a poco la participación española en conflictos europeos, a los que conducía la subordinación de la política exterior a Francia por los dos primeros Pactos de Familia firmados por Luis XV y Felipe V en 1733 y 1743.

 

Dicen de Ensenada que fue el primero de los pocos grandes políticos españoles de talla universal que actuó siempre de acuerdo con unos planes rigurosamente establecidos por él mismo[2], y de esos planes se vio envuelto Jorge Juan.

 

Analicemos el esfuerzo militar que para España supusieron los Pactos de familia de 1733 y 1743. El primero, fraguado durante la guerra de sucesión polaca, comprometía a Francia en la lucha por la conquista de Gibraltar y Menorca y en las pretensiones de Isabel de Farnesio para asegurar a sus hijos Carlos y Felipe sus aspiraciones en Italia. Francia traicionó a España en la negociación final en Viena de la guerra contra Austria al desentenderse de Gibraltar y Menorca. En el segundo pacto, fraguado en la guerra por la sucesión austriaca tras la paz de Aquisgrán, solo se consiguieron los ducados de Parma, Plasencia y Guastella para el Infante Felipe, por su parte Carlos había sido nombrado Rey de Nápoles con el primer pacto.

 

Estas dos guerras nos definen a Inglaterra como un enemigo inherente y a Francia como un socio no fiable, la paz de Aquisgrán fue vista como la protagonista del sueño regeneracionista del progreso social y económico que fundamentaría financieramente un aparato militar que disuadiría cualquier amenaza contra España.[3]

 

En algunas ocasiones se ha significado de forma errónea que la política fernandina se basó en un equilibrio entre la francofilia de Ensenada y la anglofilia de Carvajal. Sin duda alguna, Francia era un referente no sólo para Ensenada, sino para cualquier ilustrado español. Francia e Ilustración son términos sinónimos. Ahora bien, en el pensamiento de Ensenada, la francofilia no equivalía a un sentimiento pro francés. Admiración no era igual a alianza.

 

Otro nivel de análisis corresponde a las formas políticas. Carvajal, en tanto que Secretario de Estado, es ante todo un diplomático. Cierto es que éste pudiera contemplar como temerarios los preparativos defensivos realizados contra Inglaterra por Ensenada en 1752, si bien hay que dejar claro que en el terreno político poder y decisión son aspectos íntimamente ligados.

 

El proyecto de paz perpetua determinó una línea pacifista en las maneras de Carvajal, no por ello sus objetivos políticos diferían de los de Ensenada. éste último consideró siempre a Francia e Inglaterra como enemigos. Consecuentemente, la neutralidad no sólo debía ser preservada, sino vendida a Inglaterra y a Francia como no beligerancia a cambio de contrapartidas. El principal objetivo estratégico de las fuerzas armadas es servir a esta doctrina de paz creada a partir de contrapesos disuasivos[4].

 

El periodo de paz europea, iniciado con el tratado de Aquisgrán de 1748, favorecía la implantación de una política “de neutralidad activa”. Con esta política se podría abordar un profundo programa de reformas para que España fuese, en esos momentos, un actor con voz propia en el concurso de las Naciones.

 

Este programa se lleva a cabo en dos canales distintos y contrapuestos, por un lado con Carvajal, que apuesta por la vía diplomática, es decir contemporizar con el Gobierno británico; y, por otro lado, Ensenada, convencido de que una nueva guerra entre Inglaterra y Francia era inevitable, apuesta por la neutralidad vigilante y armada, lo que suponía estar dotados de buques de guerra y compañías de infantería para batirse en tierra y en la mar. Es decir, podría decirse que Carvajal y Ensenada formaban un ministerio bifronte:

 Carvajal (..) propiciaba el uso de la diplomacia para devolver a España el lugar que había tenido. Ensenada (..) utilizaba todos los medios para conseguir sus objetivos: clientelismo, confidencialidad, dádivas, espías, regalos a los reyes y cuanto fuera necesario para alcanzarlos[5].

 

Ensenada, simple secretario de Marina e Indias y de muchas más, se enfrenta con el Primer Secretario de Estado, José Carvajal, responsable de la acción exterior y para hacerlo debería tener sus buenas razones. Los estudiosos se remontan al R.O de 2 de abril de 1717 en el que definen sus competencias como “todo lo que mira a Marina y construcción de bajeles” entre otras cosas “todo lo que tocare a artillería, municiones, pertrechos y fábricas, así para las tropas que componen mis ejércitos como para mis armadas” y como ministro de Marina era consciente de que con 18 navíos y 16 embarcaciones menores poco podría hacerse frente a Inglaterra o Francia. El siguiente cuadro resume las fuerzas navales algunos años después[6].

 

 

1750

1755

 

Navíos

Flota total

Navíos

Flota total

Gran Bretaña

115

220

117

216

Francia

45

66

57

98

España

15

29

39

77

Holanda

34

54

29

54

Dinamarca

30

42

28

37

Suecia

25

36

24

39

 

Conocedor del poco interés del Rey por escuchar la lectura de grandes memorandos o engorrosos informes, Ensenada opta por exponerle los asuntos más relevantes y estratégicos redactados en formato literario para mantener su atención. A esta forma de someter al Rey sus consideraciones se le conoce como representaciones.

 

En la de 1746 le señala que no hay en el mundo que necesite más las fuerzas marítimas que la de España (..) y mientras la España no tenga una marina competente, no será considerada de Francia e Inglaterra, sus émulas más inmediatas[7]. Por ello en la del 18 de junio de 1747 le expone las medidas necesarias para sostener el rearme naval, con el objetivo de disponer de 40[8] navíos de línea perfectamente artillados[9] en un plazo de 8 años:

 

Teniendo vuestra Majestad 60 navíos de línea y 65 fragatas, como propongo, y 100 batallones y 100 escuadrones, que propongo también, la Francia galanteará a nuestro gobierno para que juntos ataquemos a la Inglaterra, y la Inglaterra nos ofrecerá su alianza para atacar a la Francia, y de esta manera Francia y la Inglaterra perderán su dominio en tierra y mar y se convertirá Vuestra Majestad en el árbitro de la paz y de la guerra[10]

 

Ensenada era consciente del atraso tecnológico e industrial de España pero, al menos el autor desconoce las razones por las que dejó de confiar en Autrán y Boyer, que habían sido su soporte, y se lanzó a la captación de técnicos extranjeros para desarrollar ese plan sin tener la absoluta seguridad de que estarían capacitados para ello[11]. Es posible que Autrán y Boyer hubiesen dispuesto de los mismos medios y fondos con los  que se contó años más tarde, tal vez no hubiésemos tenido necesidad de importar técnicos o hacerlo en menor cantidad. Tal vez, si hablásemos de otros campos distintos a la construcción naval, estos razonamientos no serían totalmente acertados: minería, hidráulica, fundición entre otras. Para Ensenada la aprobación de su Representación de 1747 fue el pistoletazo de salida para ejecutar su plan[12].

 

Ensenada, ministro para todo, diseña un ambicioso plan de espionaje industrial y militar utilizando su camarilla, su cofradía, con la que tejió una red de funcionarios del estado, militares, diplomáticos, científicos, religiosos, artistas, aventureros y espías que le permitió lograr en gran medida el control de la informació


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